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Nikolai Gógol
Si bien sus raíces y cultura ucranianas siempre estuvieron presentes en la obra de Gógol (1809 – 1852), el haber escrito en lengua rusa hace que sus obras se consideren parte de la literatura rusa.
Al trasladarse a San Petersburgo, conoció a Pushkin con quien entabló una gran amistad y en quien se apoyó en lo que a la carrera literaria respecta. Su estancia en San Petersburgo le inspiró para escribir algunos relatos breves que transcurren en la ciudad. Es el caso, por ejemplo, de La Avenida Nevskii, El diario de un loco, El capote o La nariz.
Si bien fue su comedia El inspector (1836) la que le llevaría a la fama, la obra más célebre de Gógol es posiblemente Almas Muertas; para muchos la primera novela rusa moderna, se debate entre la reforma política y moral. A pesar de que Gógol inició a escribir la segunda parte de esta obra, tan solo algunos fragmentos de la misma han sido publicados, pues, según se cuenta, al volver de una peregrinación a Jerusalén, quemó lo que había escrito.
Gógol no dejó indiferente a quienes leyeron y criticaron su obra. Los mismos que en un principio consideraban sus relatos sátiras de los aspectos negativos de la sociedad rusa, luego los veían como una figura reaccionaria fruto de su propio fanatismo religioso.
La popularidad de Gógol estriba precisamente en el empleo de elementos fantásticos combinados con humor y realismo social, además de la utilización de formas de prosa no tan convencionales.
Fragmento de la obra El capote:
"Difícilmente se encontraría un hombre que viviera cumpliendo tan celosamente con sus deberes... y, ¡es poco decir!, que trabajara con tanta afición y esmero. Allí, copiando documentos, se abría ante él un mundo más pintoresco y placentero. En su cara se reflejaba el gozo que experimentaba. Algunas letras eran sus favoritas, y cuando daba con ellas estaba como fuera de sí: sonreía, parpadeaba y se ayudaba con los labios, de manera que resultaba hasta posible leer en su rostro cada letra que trazaba su pluma."