Españoles ilustres en San Petersburgo

A lo largo de la Historia, varios han sido los españoles que han pasado por las tierras rusas y han dejado su huella en ellas en diferentes ámbitos: combatientes militares, arquitectos, músicos, etc. Su legado se considera de gran importancia no solo por el valor en sí mismo que acumulan, sino además por haber aportado una patente riqueza a la Historia rusa.

A continuación le presentamos a algunos españoles cuya labor en San Petersburgo, en concreto, es de destacar:



Almirante José de Ribas

Habiendo comenzado su carreta militar a la temprana edad de 16 años, con tan solo veinte, José de Ribas (1749-1800) se alistó en la marina rusa que estuvo en el Mediterráneo y participó en nada desdeñables batallas contra los turcos. Su buena labor entonces le valió recomendaciones para venir a San Petersburgo, ciudad en la que poco tiempo después sería valedor de una sobresaliente carrera.

Fue en 1772 cuando de Ribas se incorporó al servicio de Rusia. Tan solo tres años después de su llegada, contrajo matrimonio con una hija ilegítima del ministro de Construcciones de la zarina. En Rusia, de Ribas se ganó la simpatía de destacados personajes de la época. Tanto es así que, por ejemplo, la madrina de sus dos hijas (Sofía y Anna) no fue otra que la zarina Catalina II la Grande, de la que también se dice que fue su amante.

En cuanto a los merecidos éxitos militares de Ribas, cabe destacar su labor en la victoria definitiva de Rusia sobre Turquía (1787 y 1791) en la costa del Mar Negro. Además de por esta y otras hazañas, pasó a la Historia de Rusia y Ucrania por ser el fundador y primer gobernador del puerto de Odesa.

En 1792 firmó el Tratado de Jassy, en el que se cedía a Rusia toda la orilla norte del Mar Negro. De Ribas fue nombrado contraalmirante y posteriormente vicealmirante, punto y final éste de una insólita situación de un mando del Ejército de Tierra al frente de la flota.

Tras más logros y batallas, presentó en 1793 ante la zarina el proyecto de reconstrucción de una ciudad en las ruinas de Jadzhibei. Una vez aprobado, le fue encomendada la construcción de la ciudad que actualmente es Odesa.

Llamado a San Petersburgo en 1796 y nombrado Almirante por el zar Pablo I, de Ribas fue uno de los participantes en el complot contra este zar, que murió envenenado. Si bien, también es cierto que el mismo de Ribas murió unas semanas antes de la muerte de Pablo I asimismo, según se cuenta, asesinado de manos de sus compañeros debido a una posible estrecha vinculación del Almirante al zar. Si bien, otras fuentes manifiestan que murió como resultado de una enfermedad.

Los restos de José de Ribas descansan en el cementerio petersburgués de Smolénskoye.



Vicente Martín y Soler

Gran músico y compositor valenciano, Vicente Martín y Soler (1754-1806) llegó a San Petersburgo en el año 1788. Considerado «el español que eclipsó a Mozart», Martín y Soler compuso óperas que gozaron de un gran éxito en Viena, donde por todos era reconocido como el preferido del público, empezando por el propio emperador José II. El también músico Da Ponte situaba a Martín y Soler y a Mozart a la misma altura. El propio Mozart también reconoció el genio del español.

El éxito obtenido en la capital austriaca granjeó a Martín y Soler la oportunidad de ser invitado a Rusia por la misma zarina Catalina II, de la que incluso se dice que fueron amantes, para convertirse en el compositor de la Corte. Para ella compuso dos óperas con libreto de la emperatriz. Tras un viaje de unos meses de duración a Londres, Martín y Soler regresó a San Petersburgo, donde terminó de profesor de música en un prestigioso instituto para hijas de aristócratas.

Víctima de una fiebre pituitaria catarral, Martín y Soler pasó los últimos días de su vida en Rusia. Sus restos mortales están enterrados en el cementerio Smolénskoye de San Petersburgo.



Agustín de Betancourt y Molina

Agustín de Betancourt
No son pocos los méritos que se deben a este tinerfeño de nacimiento al que se podría definir como petersburgués de adopción. Agustín de Betancourt es, quizá, el más famosos de los españoles que vivieron en San Petersburgo. En 1807, el zar Alejandro I de Rusia invitó a Agustín Betancourt (1758-1824) al país, donde dejó una importante huella en el ámbito de la tecnología. En esta ocasión su estancia se prolongó seis meses, pues regresó a París, donde estaba afincado entonces. Poco tiempo después volvió a Rusia y, hasta el momento de su muerte, permaneció al servicio de Alejandro I, convirtiéndose en un excepcional y honorable ejemplo de éxito.

Nada despreciable es tampoco la gran influencia liberal que Agustín de Betancourt ejerció en la vida política rusa en un periodo determinante para la Historia europea como fueron las guerras napoleónicas.

Agustín de Betancourt donó a Rusia 16 años de fructífera labor y fundó la primera universidad técnica de este país: el Instituto de Vías de Comunicación; además, mantenía el cargo de Inspector del Instituto homónimo y se le nombró miembro de la Sociedad Imperial de Mineralogía de Rusia. No cabe duda de que siempre se le consideró un ingeniero adelantado a su tiempo y uno de los mejores y más destacados de Europa.

Coincidiendo con el 300 aniversario de San Petersburgo, el Príncipe Felipe inauguró en junio de 2003 un busto del ingeniero español delante de la Universidad que el mismo Betancourt fundó.

Agustín de Betancourt llegó a dirigir el Departamento de Vías de Comunicación, lo que hoy día se podría equiparar al Ministerio de Fomento. Entre sus logros no podemos pasar por alto el puente sobre el Río Neva (San Petersburgo), la modernización de la fábrica de armas de Tula (cerca de Moscú) creada por Pedro I el Grande, la fábrica de cañones de Kazán o la draga de Kronstadt (en las cercanías de San Petersburgo), fue el artífice de la reforma y ampliación de la Catedral de San Isaac, uno de los mayores templos de San Petersburgo; la Columna de Alejandro I, en el centro de la plaza del Ermitage;, el petersburgués canal Betancourt, la feria de la ciudad rusa de Nizhnyi Nóvgorod, la navegación a vapor por el Río Volga, sistemas de abastecimiento de aguas, ferrocarriles, etc. Con el objetivo de combatir las falsificaciones de dinero impresas de los franceses durante la ocupación, impulsó exitosamente el goznak, fábrica de papel moneda que imprimió los primeros rublos de calidad. En Moscú construyó la gran sala de ejercicios ecuestres Manezh, uno de los edificios neoclásicos más emblemáticos de la capital rusa.

Considerado un personaje ilustre, su indiscutible labor fue reconocida con su nombramiento de teniente general del Ejército ruso. No en vano, sus restos mortales descansan junto a los de otras personalidades ilustres de diversos ámbitos en el Cementerio de Lázaro (Lazarevskoye kladbische), en el Monasterio de Alejandro Nevskii de San Petersburgo.



Pedro de Alcántara Téllez Girón y Beaufort, Duque de Osuna

XI Duque de Osuna, Conde de Benavente y XIV Duque del Infantado, Pedro de Alcántara Téllez Girón y Beaufort. Entre otros, fue militar y diplomático, acompañó al cuerpo de Fernando VII e intervino en el bando isabelino durante la primera Guerra Carlista.

Tras haber sido embajador en la coronación de la reina Victoria de Inglaterra y antes de llegar a San Petersburgo, donde fue embajador entre 1856 y 1868, ocupó los cargos de diputado, senador, mariscal de campo, presidente del Senado y embajador en París en la boda de Napoleón III con Eugenia de Montijo.

Un buen día del siglo XIX, el Gran Duque de Osuna se lleva a Rusia como secretario al mejor novelista de la época a don Juan Valera para dar a conocer en Moscú y en San Petersburgo, la literatura española.



Juan Valera

Busto de Juan Valera en las Bibliotecas de Moscú y San Peterburgo
Cordobés de nacimiento, Juan Valera (1824-1905) fue novelista, periodista, poeta, traductor, académico, político y diplomático. Si bien es una figura destacada en todos los ámbitos mencionados, es precisamente el de la diplomacia el que le granjeó la oportunidad de ejercer como Secretario de la Legación de España en San Petersburgo (diciembre 1856 - junio 1857). Así las cosas, fue integrante de la misión diplomática extraordinaria del Duque de Osuna.

De todos sus viajes, legó una rica herencia epistolar. Valera es el autor de las célebres y excepcionales Cartas desde Rusia, remitidas a España cuando acompañaba al duque de Osuna en su embajada ante la corte de los zares. En ellas relata experiencias de su vida tanto personal como profesional con una increíble expresión y un humor patente. En sus Cartas desde Rusia plasma, además, su propia visión sobre San Petersburgo y Rusia en diferentes ámbitos. Tanto es así que no son pocos los que no dudan en afirmar que esta obra comprende la más acertada descripción de Rusia en la literatura española.

Desde el año 2004, con motivo del centenario del fallecimiento de Valera, son dos las bibliotecas rusas que cuentan con un busto del polifacético andaluz. Se trata de la Biblioteca Nacional Rusa de Literatura Extranjera M.I. Rudomino (Moscú) y la Biblioteca Nacional Rusa de San Petersburgo. Esta última dispone, así mismo, de un importante fondo de manuscritos originales de Juan Valera.